“Cuando era protestante yo notaba que mi religión era seca y triste, pero no mi vida; sin embargo siendo católico mi vida es triste y seca, pero no mi religión”

(Beato Card. John Henry Newman)

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Futurologías: QUO VADIS BENEDICTE?

“Él era la lámpara que arde

y alumbra y vosotros quisisteis

recrearos una hora con su luz”

(Jn 5, 35)

 

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A aquello de que los niños, los borrachos y los locos siempre dicen la verdad, añadiría yo que también los alegres semanarios parroquiales, en medio de su ecléctica y beata selección de artículos para edificación de los simples, también, de tanto en tanto, dicen la verdad.

 

Cuando fue electo el Papa Ratzinger, un modesto semanario católico publicó con grandes caracteres en su portada: “BENEDICTO XVI, UN PAPA QUE SORPRENDERÁ”

 

Mi amigo el esperanzado Fray Marcelino hace menos de una semana, me decía que esperaba alguna sorpresa más de este diminuto hombre inteligentísimo y con una fuerza (digo yo) entre osada y casi ineficaz, si miramos la repercusión que han tenido sus orientaciones ya que muy pocas decisiones magisteriales, pusiera fin a las grandes tempestades desatadas en el seno de la Iglesia durante los últimos cincuenta años.

 

Mi supradicho amigo veía en sus remedos (y digo remedos sin ironía) litúrgicos dominicales por hacer de su priorato un modelo de lo que hemos llamado esperanzadamente “reforma benedictiana” un granito de arena al que se sumarían con el correr del tiempo, muchos clérigos (o agentes de pastoral, como gustéis) por restaurar, entre cosas, la litúrgica católica en una condición de confiable romanidad, purgándola de lo que en la práctica, no ha sido más que un desafío constante a la autoridad papal, constándonos, cómo muchos prelados que presumen de ortodoxia y adhesión a la sede petrina, no han hecho más que llenar los papelajos de forma para responder a la Sede Apostólica acerca de cómo se implementa en sus respectivas diócesis algo que íntima o públicamente consideran un gusto personal del Pontífice, pero que es la consecuencia lógica de una teología católica que fue perfeccionando a lo largo de su vida de hombre del saber y el criterio católico.

 

Sobre la sorpresa, la extrañeza, el dolor, las conjeturas, las suspicacias y toda suerte de comentarios y sentencias que pululan desde hace horas en nuestro mundo “cristiano” – y también no cristiano- nuestras consideraciones no pueden moverse más que en dos puntos oscilatorios, que todo entendido en historia de la Iglesia y teología dogmática (otra cosa será la teología espiritual) no tendrá dificultades en detectar.

 

Según las enseñanzas del Belarmino, un Papa debe dimitir en cualquiera de estas dos situaciones: o que haya perdido el seso, o que haya caído en la herejía.

No estamos aquí en estos casos.

 

Cierto es que la idea de la dimisión no es nueva en la mente teológica de un Papa que ha “sorprendido” desde los cambios visibles: forma del Palio, restauración del Trono, vestimentas tradicionalmente reveladoras, el famoso camauro de aquel duro invierno romano, y últimamente el fanón, hasta los compromisos más profundos, entre ellos el Motu Proprio Summorum Pontificum, sin contar la clara intencionalidad –declarada desde sus años en la Secretaría para la Doctrina de Fe- de la necesaria y debida explicación de un Concilio que además del fresco aire, nos trajo tormentas variadas.

 

San Celestino V (1294) (Ex eremo celsus = Elevado de la ermita), según la profecía de San Malaquías, quien aceptó el pontificado, tras insistentes negativas, con la esperanza de poder reformar y renovar la Iglesia en sentido evangélico, terminó sus días prácticamente prisionero en el castillo de Fumone, donde murió tal vez de muerte violenta.

Es el único caso que puede citarse, como precedente, de la renuncia del Papa Ratzinger.

 

Los otros, de los cuales los comentarios circulantes hacen referencia, tienen que ver con las lamentables consecuencias del Concilio de Pisa y el Gran Cisma de Occidente que obligaron a la renuncia de Gregorio XII (1406-1415) recluido en Recanati y fallecido en 1417.

El conciliarismo imperante en Constanza, que en su momento apoyara Odón Colonna (1417-1431) fue neutralizado al ser elegido como Papa, con el nombre de Martín V.

Por establecer comparaciones (si algún valor tienen) el caso de Benedicto es, al parecer asimilable al de Celestino: una decisión de retiro, sobre el argumento de sus fuerzas agotadas y su deseo de servir ahora a la Iglesia, desde el retiro en la plegaria.

 

Ha sido uno de los secretos mejor guardados en el corto pontificado de este hombre que ha brillado en la Iglesia como el Bautista: hemos gozado una hora de su luz. Una antorcha encendida y una esperanza que deberá cambiar de objetivos, según pareciera.

 

¿Son solamente las fuerzas físicas las que han abandonado al Papa Ratzinger, en este tren paradigmático de seguir la huellas de Woytila (“de labore solis”= “del trabajo del sol”), según S. Malaquías –dicho con todo respeto y admiración un Ronald Reagan en la Silla de Pedro?

 

¿Es que el ministerio petrino tiene como paradigma el hacer mediática en cualquier momento la figura sacratísima de Papa? ¿Pensaron así Pío IX, León XIII, Pío X, etc.; Pontífices que no salieron jamás del Vaticano? ¿O Pío XI que asomó la nariz a la Piazza, después de la firma de los Pactos Lateraneses?

 

Se me dirá que la Iglesia debe estar al son de los tiempos. Y repetiré lo de siempre: son los tiempos los que deben estar con la Iglesia, aunque ello reste “número”. No somos pitagóricos…

¿Es que la debilidad impide la paternidad? ¿Es que un padre anciano, aunque lúcido y más necesario que nunca, aunque necesite ayuda para desplazarse, deba dejar huérfana a toda la cristiandad?

 

Las razones más íntimas de tan sorpresiva como consecuencial decisión, son, por lo visto, sólo conocidas por Dios y la conciencia de un hombre, de que si hay algo que resaltar de toda su vida es su más absoluta delicadeza de conciencia.

 

Es por ello que nuestro juicio sobre su paso, ha de ser absolutamente respetuoso. Ello no nos quitan los temores humanos fundados en el conocimiento de la corrupción –tan puesta a la luz- que impera en los Palacios Apostólicos y en buen número de episcopado mundial.

¡Hasta su antiguo compañero de vida académica –el hereje Hans Küng, ya condenado por Juan Pablo II como una de las cabezas de lo que llamó magisterio paralelo- le había escrito hace bastante: “Tienes que renunciar”. Y ello no precisamente por su debilidad física.

Pero nosotros no renunciamos a preguntarnos si la razón aducida No me siento con fuerzas, no manifiesta una declaración encriptada.

¿Será acaso “no tengo fuerzas contra tanta presión recibida, no de mis viajes y mi vejez, sino ante el descarado enfrentamiento y desautorización de tantos obispos que han saltado como leche hervida ante mis fundadas decisiones de poner las cosas en su lugar?

 

Yo no lo sé. Tal vez su confesor lleve con él a la tumba, la razón más humana, que subyace –como mortal que es- bajo las válidas razones expuestas con la calma, humildad y mansedumbre que siempre han sido sus notas dominantes.

 

La otra oscilación es la que nos conmueve y apena profundamente.

El mediatismo de Juan Pablo II no molestaba, más bien favorecía al progresismo, por más que el Papa polaco haya dado muestras de hacer todo lo que pudo. Pero no más. También le recortaron las alas.

Lo vimos como un muñeco (mal vestido por su siniestro y ambiguo ceremoniero) llegar a los extremos del heroísmo de la paternidad universal sobre la cristiandad.

Arrastrándose como Cristo hasta el Calvario, llevado al igual que Pedro atado por otro, donde él no quería, llegó con Él usque ad mortem.

 

Será roto el Anillo del Pescador en vida del Dulce Cristo en la tierra, sus apartamentos sellados y cosa que no hemos visto en largos siglos (pero que ya verán Uds. cómo sentará precedentes) al Papa dimitente ver por la televisión (¡espero, Dios mío, que no en vivo!) el inicio del Ministerio Pastoral (como se llama desde hace un tiempo al sentarse en el trono de Pedro) de su sucesor.

¿Será como presenciar sus propios funerales?

¿Y cuando muera, tendrá los funerales de un Pontífice?

¿Se le revestirá con los ornamentos rojos, supuesto que todo Papa, MUERE mártir?

Si de esto último se trata, yo no lo dudaría: mártir del progresismo, el relativismo y la apostasía general que él mismo denunciara en la homilía del Cónclave que finalizó con su elección.

Bizantinismos que por estas horas me preguntan mis alumnos.

Pero que muestran una orfandad adelantada en quienes gozamos de su luz y le seguimos amando.

 

No por frivolidad y presunción intelectual, recomiendo a los lectores del blog retroceder al artículo ya publicado en “Futurologías”: “La estatua de Nabucodonosor”. Se entenderá mejor lo que digo y por qué lo digo.

 

Así concluye el paso –como Pontífice- a quien la profecía de San Malaquías designa como “De gloria Olivae”= “De la gloria del olivo, la oliva”

 

Desde su ascensión al solio de Pedro, he asociado la simbología del título con el nombre escogido por Ratzinger: BENEDICTO.

Su pontificado había de ser una bendición. Los católicos verdaderos, así lo han sentido: un bendito de Dios que vino a “bendecir”: a “decir bien”, como COOPERADOR DE LA VERDAD, según lo declara su lema programático.

 

Y la “gloria del olivo” es su bendito aceite. Un bálsamo. Sus decisiones fueron un bálsamo de consuelo, alivio y una ostensión de que DIOS ES AMOR: así comenzó hablándole a la Iglesia y al mundo…

Pero como todos los ungüentos, bálsamos y aceites, la gloria del olivo es efímera: la unción se disipa pronto y los dolores retornan, sobre todo cuando el organismo es el de un viejo. Y vieja es la hipocresía, que como tantas veces hemos dicho, es un parásito en esto que llamamos el fenómeno religioso. Y aunque los fanáticos de la teología conciliar quieran presentar una Iglesia joven y renovada, no hacen más que desfigurar la venerable ancianidad de la Esposa de Cristo.

A los ojos de la carne, éste es un final desventurado, un fracaso “político”… Sólo la Fe –que este año será especialmente puesta a prueba- nos iluminará con la humilde lumbre de este sufrido Pontífice.

Confiamos que esta luz, retirada voluntariamente del candelero del Altar de Bernini sobre el que fue puesta para que iluminara a todos los que estamos en la Casa, con su aceite que no pudo consumirse hasta el fin, desde el curioso sitio donde se entregará a la plegaria, sea el combustible para su lámpara cuando llegue el Esposo.

 

De una cosa estoy cierto: cada uno tiene aceite en su propia lámpara: no podrá prestársela a su sucesor: no sea que no alcance para uno y otro.

De Pablo VI ya han hecho hace tiempo un “mártir del Concilio”. Tendrán que explicarlo bien. Y si las cosas se demoran, como debiera ser de rigor canónico, a la partida de Benedicto XVI, que no se olvide su martirio…

 

Finalmente, este pobre que escribe y que hace tiempo, casi adelantándose, estaba medio desparecido, encuentra propicio este momento para terminar el presente artículo, por si no hubiera otro, con los versos finales del Romancero Gitano de Lorca (“Tamar y Ammon”), para ser fiel a mis “SOLEARES” y mi sangre andaluza:

 

 

David con unas tijeras,

cortó las cuerdas del arpa.

 

 

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P. ISMAEL BOX

APOSTILLA DE OTRO BLOG… para pensar… desde otro ángulo.

 

Gabriel Zanotti escribió este texto en su blog el 26 de febrero del 2012. Hace un año.


Santo Padre: Salga de Ahí!!
Santo Padre: huya. Váyase. ¿Para qué quedare en ese lugar?Lo están volviendo loco. Intrigas palaciegas: usted no es para eso.Usted tiene in mente un programa de “gobierno”, sí, pero no el gobierno de un estado, sino una enseñanza a la Iglesia. Usted “confirma a los hermanos en la Fe”. Su programa es la vuelta a la unión entre razón y fe.
Lo comenzó a hacer en el discurso de Ratisbona, lo siguió haciendo en el discurso a La Sapienza, y lo hizo de vuelta en sus discursos en el Parlamento Británico. Lo hizo en todas sus encíclicas.Pero nadie lo escucha. No lo escuchan los teólogos de la liberación, desde luego, (que JAMÁS le perdonarán ser el autor de la Libertatis nuntius) pero tampoco lo escuchan la gente de Mons. Fellay que usted con toda paciencia está tratando de reintegrar (quienes JAMÁS le entenderán su hermenéutica de la reforma y continuidad del Vaticano II). Tampoco lo escuchan los temporalistas que creen que la Iglesia es una ONG de bien público ni tampoco lo que creen que un papa es un experto en relaciones públicas. Tampoco querrán escucharlo nunca los cientos (¿miles?) de obispos que han dejado de ser católicos por dentro pero quieren seguir siendo obispos por fuera y le demandan que usted les apruebe su credo sui generis…Pero tampoco lo van a escuchar los que preguntan quiénes irán a la derecha y quiénes a la izquierda. Los que están en la lógica del poder no pueden escucharlo, ni entenderlo, porque han perdido la fe.Santo Padre, váyase de ahí. Usted no debe ser un jefe de estado. Humano, demasiado humano para usted. Haga un gesto histórico, que marque un antes y un después. Váyase. Instálese, por ejemplo, en el Convento de los Dominicos en Roma. Mire, no es tan lejos. Seguramente muchos seminaristas jóvenes lo ayudarán con la mudanza, hasta le pueden llevar su piano. Y como símbolo, es bueno. Usted es eso: contemplar y predicar lo contemplado; usted es hombre de pensamiento, de oración, de escritura y predicación. Instálese allí, en la paz del Convento, escriba allí, hable desde allí. Irradie desde allí. No necesita viajar tanto ni debatir las “estrategias” de sus alocuciones y viajes con los grandes genios del Vaticano. Sea quien es. Deje el Vaticano en manos de su Secretario de Estado, que él se encargue de todas esas cosas humanas demasiado humanas, y que lo dejan a usted, en paz, ser el Sumo Pontífice: no el jefe de un estado más, sino el Vicario de Cristo en la Tierra. Finalmente, ¿qué es el Vaticano, sino un desprendimiento de los estados pontificios? ¿Nos hemos olvidado, los católicos, que hasta hace muy poco los pontífices, hoy mensajeros de la paz, eran los jefes de sus ejércitos, que libraron su última batalla contra el estado Italiano? ¿Nos hemos olvidado que cuando perdieron la guerra, su pontífice se auto-“acuarteló” en esas pocas manzanas, declarándose prisionero e impidiendo a todos los laicos católicos italianos participar en la vida pública? ¿Nos hemos olvidado que esa situación se terminó recién con un pacto firmado por Pío XI con Mussolini? ¿Qué importancia tiene hoy todo eso, excepto recordar y rectificar? ¿Qué importan sus comisiones, sus funcionarios, su burocracia? ¿Dónde está la fe, la espontaneidad, la predicación sin que parezca un discurso presidencial al estado de la Unión? Racionalidad instrumental, Joseph: yo sé que tú sabes lo que eso significa. En esa racionalidad, la Iglesia se ahoga. En la de Santo Tomás, la Iglesia revive. Vete con los dominicos, contempla, predica y ejerce tu misión. Date una vuelta de vez en cuando, para que no se olviden quién manda, pero ten cuidado que te puede morder una serpiente. Vuelve a tus libros, a tus diálogos con Habermas, con Paolo d´Arcais, instala allí tu patio de los gentiles, porque eso es predicar. Y que los demás se queden murmurando sus odios y tejiendo sus envidias. Raza de víboras. Contra ellos se enfrentó hace mucho tiempo, en un Reino de otro mundo, un tal Jesús de Nazaret.