“Cuando era protestante yo notaba que mi religión era seca y triste, pero no mi vida; sin embargo siendo católico mi vida es triste y seca, pero no mi religión”

(Beato Card. John Henry Newman)

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La rosada ansiedad del Adviento

un gozo anticipado…

 

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Jesús, dulce fruto de María, flor de la Raíz de Jessé

(ícono moscovita)

 

Período de santa confianza y recogimiento, el Adviento difiere del tiempo de Cuaresma en muchos aspectos, por más que con el transcurso de los siglos, especialmente en el VII, por influencia monástica haya querido equiparse a ésta en cuanto a los rigores del ayuno y la austeridad.

Por el contrario el tiempo del Adviento es el de una contenida respiración del alma ansiosa por la llegada de Aquel que ha de venir y no tardará…

 

El más destacado de los domingos de Adviento es el III, llamado Gaudete, por las palabras del Introito de la Misa que pone la clave del espíritu de este gozoso día:

Gaudete in Domino semper, iterum dico, gaudete…

Alegraos siempre en el Señor, otra vez os lo digo, alegraos.

Es pues este misterioso espíritu de alegría que se mixtura con las inquietudes humanas de la sociedad y de los individuos, inmersos como estamos en las cosas de este mundo tambaleante.

 

Sobradamente conocida es la nota del tono rosáceo de los ornamentos que junto con el IV domingo de Cuaresma, se usa solamente dos veces al año.

Un rubor inocente de la Iglesia virgen, que ya sabe lo que viene…

El rosado, un morado atenuado, anticipa la alegría por lo que ha de venir y nos animan a vivir el espíritu de sacrificio que a pocos días imprimirán las Témporas del Adviento, siendo éstas en la antigüedad las más importantes del año. Tanto que aún muchos ministros sagrados (subdiáconos, diáconos y presbíteros) reciben en estos días las Sagradas Ordenes.

 

A partir del 17 de diciembre, la Iglesia hace resonar en el Oficio de Vísperas las llamadas “Antífonas Mayores”, o antífonas “O”, por comenzar todas ellas con la piadosa exclamación O (Oh!) a modo de gemidos que el Espíritu pone en el corazón de los fieles para apurar la llegada del Deseado de las Naciones.

Para Amalario de Metz, estas antífonas, probablemente datan del siglo VII y son de origen romano, fueron hasta 10, pero San Pío V fijó el número septenario.

Cada una de ella hace referencia a un título cristológico, constituyendo verdaderas piezas de poética teología bíblica.

 

Son las siguientes:

O Sapientia = sabiduría……. Veni   (Ven)

O Adonai = Señor poderoso Veni…

O Radix Jesse= raíz, renuevo de Jesé (padre de David) Veni…

O Clavis David = llave de David, que abre y cierra… Veni…

O Oriens = oriente, sol, luz… Veni…

O Rex Gentium = rey de paz Veni….

O Emmanuel = Dios-con-nosotros. Veni…

 

Puede encontrarse el texto completo y la traducción castellana en

http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%ADfonas_de_Adviento

 

 

Como dijimos, comienzan a recitarse desde el 17 al 24 de diciembre.

Invirtiendo su orden se forma un curioso acróstico:

ERO CRAS

“Estaré mañana”

Es la respuesta de Cristo a Su Iglesia que clama por su pronto advenimiento.

 

En España principalmente, desde el siglo VII, se celebra a Nuestra Señora de la “Expectación”, o María de la O, teniendo su oficio mucho en común con el de la Anunciación y habiendo dado a populares composiciones del alegre cancionero español.

 

En fin, que el Domingo Gaudete nos ayude a examinarnos sobre el sentido de la verdadera alegría, mejor digamos GOZO. Porque la traducción adecuada es GOZAOS.

Que es cosa bien distinta. Uno puede estar gozoso (que es un estado interno del alma que posee un determinado bien) y no necesariamente “alegre” que tiene más bien una connotación externa.

Cuántos tendrán en estos días pocos motivos para la manifestación externa de su gozo, pero a nadie ha de faltarle el gozo interior por la proximidad de la salvación que, por voluntad divina, a todos quiere alcanzar.

 

El misterio del Adviento, no es otra cosa que el traspaso a la liturgia de la presente vida del hombre: una constante tensión esjatológica por la llegada de Aquel que ha de juzgar a este mundo y sabemos que ya vino en la humildad de nuestra carne.

 

Entre las Antífonas O, señalemos la que llama al Señor que viene “Raíz de Jessé”

Entre otras consideraciones notemos la importancia que le asigna toda la Escritura Santa al origen de Cristo “secundum carnem”.

El no es un alienígena. Proviene de una raza y una familia humana.

Una familia que aguarda la plena realización de las promesas en la Persona Adorable del Mesías, verdadero hijo de David, de Jessé.

 

De allí que durante este tiempo resuena constantemente en la liturgia el clamor de la Iglesia a su Divino Esposo:

Rorate coeli desuper…

Aperiatur terra, et germinet salvatorem…

 

Se trata de dos acciones:

La de Dios, significada por el fecundante rocío celestial que podemos relacionar con la sombra del Espíritu que hizo Madre a la Virgen Santísima.

La humana, sublimemente encarnada en María, que como tierra fecunda, aportando la Santísima Humanidad de Cristo, germina al Salvador: la flor de la humanidad redimida.

 

Por ello ningún otro tiempo litúrgico podría considerarse más “humano” que este: es propio del hombre esperar la realización de las más preciadas promesas.

Y Dios es siempre fiel. A pesar de las infidelidades del hombre.

En las genealogías del Jesucristo no se oculta la existencia de personajes que tuvieron sus serios defectos.

Y ello es garantía de redención.

 

Siglos y siglos de expectación brotaron en el rosado seno de Nuestra Señora…

Muchos quisieron ver ese día y no lo vieron…

Dichosos nuestros ojos, porque ven y nuestros oídos, porque oyen.

 

Aunque nuestra vida de cada día no siempre se vista de rosa. Y ya mañana volvamos al morado de la renuncia del discípulo de Cristo, en permanente estado de Adviento.

P. Ismael

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NOTA:

El color rosado no fue abolido por el Novus Ordo. Cf. nº 308, f) “Normas Generales del Misal Romano”

Quien tenga complejos con el rosa, pero se sienta bien hombre por dentro, no deberá tener respeto humano.