“Cuando era protestante yo notaba que mi religión era seca y triste, pero no mi vida; sin embargo siendo católico mi vida es triste y seca, pero no mi religión”

(Beato Card. John Henry Newman)

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“Pro multis”

¡Al fin!


GrialFC


estrella


“Las cosas de palacio, van despacio”, decía mi antiguo párroco.


Tras más de cuarenta años de habernos obligado el Episcopado Latinoamericano y la Conferencia Episcopal Española, al uso de sus lamentables traducciones (y aprobaciones) de la Editio Typica del Novus Ordo -tengo ante mí la edición española 1969 con el decreto de Tarancón, sugiriendo que se implante no sin consultar a los fieles (¡¡¿¿!!) – y bajo la advertencia de ilicitud en la celebración, entrará en vigencia la nueva traducción unificada (no tan unificada) para la lengua española de la III Edición del Missale Romanum.


En una presentación y tipografía que ha merecido el encomio de varios comentadores, se implementan algunas reformas y precisiones emanadas de la Santa Sede y concretamente del Santo Padre Benedicto XVI.


Durante más de cuarenta años se infiltró en la mismísima fórmula de la Consagración del Cáliz la expresión “por todos los hombres”.


Quienes tenemos los años suficientes como para recordar sin que las afecciones de la memoria nos hayan afectado todavía, tenemos bien presente cuánto tiempo se rogó a la Sede Apostólica por la corrección de aquella expresión que nunca fue pronunciada por Nuestro Señor Jesucristo.


Finalmente, la clarividencia, bondad y valentía del Papa Ratzinger devuelve, insisto ¡después de cuarenta años! al corazón mismo de la Misa las palabras y el sentido de lo que constituye la esencia misma del Sacrificio Eucarístico.


Santo Tomás (S.Th. 3 q.78 a.3, resp) respecto de la validez de la consagración del vino enseña:


“otros dicen, mejor, que todas las siguientes hasta “cuantas veces hiciereis esto”, son la substancia de la forma; pero ésta ya no, porque se refieren al uso del sacramento. Y por ello el sacerdote las pronuncia de la misma manera y con idéntico rito, teniendo el cáliz ente las manos…


“Hay que decir, pues, que dichas palabras son de la substancia de la forma, y que las primeras: “Este es el cáliz de mi sangre”, significan el hecho de la conversión del vino en la sangre, del modo que se ha indicado en la forma de la consagración del pan. Las siguientes designan la virtud de la sangre derramada en la pasión, que actúa en el sacramento y se ordena a tres cosas. La primera y principal, a alcanzar la herencia eterna, por aquello: “Teniendo esperanza de entrar en el santuario en virtud de la sangre de Cristo”; y está expresada al decir “del nuevo y eterno testamento”. La segunda, a la gracia de la justificación, que se nos da con la fe, según aquello “A quien ha puesto Dios como propiciación por la fe en su sangre, para manifestación de su justicia y para justificar a todo el que cree en Jesucristo”; y la significan las palabras “misterio de fe”. Y la tercera, a quitar los obstáculos de las dos cosas dichas, que son los pecados, según aquello: “La sangre de Cristo limpiará nuestra conciencia de las obras muertas; y así añade: “que será derramada por vosotros y por muchos en remisión de los pecados”.


El Catecismo Romano, editado por decreto del Concilio de Trento para uso de los Párrocos señala:


“… Luego, cuando dijo por vosotros, dio a entender, o a los que estaban presentes, o a los escogidos del pueblo judío, cuáles eran sus discípulos, excepto Judas, con los cuales estaba hablando. Y cuando dijo: por muchos, quiso se entendieran los demás elegidos de entre los judíos, o los gentiles. Muy sabiamente, pues, obró no diciendo por todos, puesto que entonces sólo hablaba de los frutos de su pasión, la cual sólo para los escogidos produce frutos de salvación. A esto se refieren las palabras del Apóstol: Cristo ha sido una sola vez sacrificado para quitar de raíz los pecados de muchos; y lo que dijo el Señor, según San Juan: Por ellos ruego Yo ahora: no ruego por el mundo, sino por éstos que me diste, porque tuyos son” (Cat. Rom. IIa. Parte, Cap IV, nº24)


Esto no tiene nada que ver con el error Jansenista de que Jesucristo haya muerto sólo por los escogidos, sino que lo que se expresa se refiere a la aplicación de los frutos de la redención.


Si comparamos el texto de la Consagración del vino (la que insisto, el Novus Ordo mantiene con la expresión “por multis” con otras fórmulas consecratorias de distintos ritos católicos (Greco-Bizantino; Copto, Armenio y Siríaco) veremos que ninguno de los textos de estas milenarias liturgias introducen la expresión: “por todos los hombres”.


Remito al interesante trabajo de comparación entre ritos realizado por Daniel Boira y publicado hace muchos años en “Una Voce Argentina”. Por ello comprobamos que la expresión que en nuestra lengua española hemos venido utilizando es absolutamente falseada no sólo de la Edición Típica latina del Misal de Pablo VI, sino de las palabras dichas por Cristo en el contexto de la Última Cena.


Cuando una cosa, cualquiera sea, admite sucesivas correcciones –me pregunto- ¿es que estuvo bien hecha?  ¿Tanto se ha tardado para descubrir que a los pobres hispanoparlantes se nos obligó a comer la torta parcialmente envenenada? ¿Y todavía hay quienes adoptan aire de preocupación cuando ven al Santo Padre verdaderamente empeñado en corregir –¡sí! ¡corregir!- traducciones o ritos que han venido a desvirtuar el contenido mismo de la Revelación?


Sin ninguna pretensión profética –no soy profeta, ni hijo de profetas-, estimo que nos sucederán todavía muchas traducciones y otras tantas ediciones del Misal. Primero: porque al abandonar la férrea unidad de la lengua latina, los traductores ideologizados aprovechan el apoyo, más ideologizado aún de ciertos personajes influyentes empeñados en conquistar a los pueblos de Latinoamérica, no bajo el signo de la hoz y el martillo (que ya decayeron) sino bajo el signo de Cruz, en la que todavía se cree. Segundo: porque cuando se vuelva a mirar con espíritu católico lo que hoy se nos entrega como lícito, se verán aún más errores que no sabemos por obra y gracia de quiénes se escurren. Resultado: más pobreza de la que no les importa a los que defienden a los pobres: la pobreza de la fe y más, la miseria de la herejía, cuyas raíces están bien “inculturadas”.


Durante cuarenta años no fue ilícito decir “por todos los hombres”. Ahora será ilícito decir “vosotros”; “ofrecemos”, “Señor”. No fue ilícito meter a machamartillo el error en la cabeza de los católicos. Será ilícito mantener lo poco de “culto” que le quedaba a nuestro culto.


Sí hay algo que haré con Jeremías Profeta: llorar.


P. Ismael


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